El Seitai es una actividad cultural sobre la vida y la salud y observa al ser humano en sí mismo. La vida es movimiento. Si no hay movimiento no hay vida, y fue Haruchika Noguchi quien desveló el cómo y el porqué de su manifestación espontánea.

Por su nombre y sus orígenes, podríamos pensar que se trata de una práctica, técnica o filosofía oriental. No es el caso. Noguchi desveló como el movimiento permite la vida y cómo se manifiesta respetando nuestra estructura orgánica.

Nuestro organismo no es una mezcla sin orden de células, tejidos y órganos. Es un ser vivo formado bajo un orden riguroso, fruto de un proceso evolutivo gigantesco, que tiene la capacidad de reaccionar ante situaciones muy diversas para mantener su propio equilibrio vital, adaptándose al entorno y transformándolo. Nuestro organismo responde a estas necesidades – tanto internas como externas- como una unidad, porque sus diversas actividades mantienen una total y absoluta interdependencia. El Seitai muestra como el movimiento espontáneo ha estructurado nuestro organismo con una precisa y absoluta interrelación de lo físico, lo biológico y lo psíquico-mental.

Esta capacidad de respuesta del organismo como una unidad es la obra de los cinco movimientos universales + y – (tensión / distensión), que actúan en las diversas actividades energéticas antes mencionadas.

Esta observación permitió a Noguchi aclarar de qué forma concreta nuestra estructura percibe el mundo y consigue, en todo momento, un equilibrio dinámico, revelando su naturaleza a la vez biológica, física y psíquica. En todo ser vivo, las funciones biológicas y bioquímicas son esencialmente iguales, pero en el hombre destacan por la compleja organización psíquico-mental, que le permite una peculiar percepción del mundo y unas manifestaciones particulares.

Así pues, es necesario observar, comprender y cultivar mejor nuestra propia naturaleza y su movimiento espontáneo. Para hacerlo, la actividad Seitai utiliza unas prácticas llamadas: katsugen undo y yuki, que nos ayudan a comprender de una forma vivencial, íntima y fiel como aprender de estas características propias de nuestra percepción y expresión espontáneas.

Observar el movimiento espontáneo de la vida (psíquica o mental y biológica o bioquímica) y sus planteamientos teóricos -a través del pensamiento lógico y en comparación con los conocimientos científicos actuales- nos permite darnos cuenta de la existencia de esta lógica y la coherencia de la propia observación, y así, plantear el tema desde el punto de vista cultural.